La imperfección como belleza
- Paola Panero
- 19 sept
- 1 Min. de lectura
Siempre he pensado que el arte debe ser armonía, equilibrio y perfección. Eso es lo que me enseñaron; es la parte técnica. Pero luego me di cuenta de que la verdadera vida a menudo surge de las grietas. Una línea torcida, un color fuera de lugar, una pincelada inesperada: al principio parecen errores, pero en cambio pueden convertirse en el corazón de la obra.
La imperfección nos recuerda que estamos vivos, que somos auténticos, únicos. Es allí donde el arte deja de ser ejercicio, técnica, y se convierte en verdad.
Quizás ésta sea precisamente su tarea: enseñarnos a no borrar lo que está “fuera de lugar”, sino a acogerlo como parte de nuestra historia.
Cada paso, pequeño o grande, ha sido una manera de acercarme un poco más a esa parte de mí que crea sin miedo.
He aprendido que no se trata de lograr un resultado perfecto: lo que importa es el proceso, la atención, la voluntad de aceptar lo que venga.
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