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Cuando pinto me olvido de todo

Hay momentos en que la vida parece demasiado: pensamientos que se superponen, compromisos que te agobian, voces que te acosan. Sin embargo, solo tienes que abrir tus pinturas y empezar a pintar para que todo desaparezca.

Frente al lienzo, entro en un espacio suspendido, un lugar donde el tiempo es irrelevante. Las preocupaciones se disipan y cada gesto se vuelve puro presente: la pincelada, la vibración del color, la materia tomando forma.

Pinto y olvido. No es olvido, sino un regreso a lo esencial: estoy sola conmigo misma, con mi respiración y con lo que llevo dentro. Es allí donde redescubro la ligereza, la energía y la verdad.

Quizás ésta sea la magia del arte: nos permite abandonar el ruido del mundo y encontrar finalmente el silencio interior.

 
 
 

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